viernes, 19 de diciembre de 2008

La deflación es lo que tiene


- Más que nada por poner una foto -

- Macho Lupas, ¿te acuerdas que te conté hace dos o tres meses que me quería comprar un sofá de última generación?

- Sí claro, Sergei. Era uno que me dijiste que tenía frigorífico integrado si mal no recuerdo, ¿no?.

- Tenía frigorífico integrado no solamente si mal no recuerdas sino en general siempre, recuerdes bien o mal e incluso si no te acuerdas.

- Ya, es un decir Sergei.

- Tenía también una zona con hidromasaje y dos puertos usb para conectar directamente dos mandos y jugar al ordenador que le salía de la pata delantera derecha. Una pasada de sofá.

- ¡Brutal, Sergei! Bueno, ¿y te lo has comprado ya o no?.

- Qué va Lupas, todavía no. ¿Sabes qué pasa?.

- Cuenta.

- Resulta que tengo el dinero ya apartado de la cuenta hace tiempo y escondido dentro de un bocata de atún en la nevera, pero cuando pasé ayer por fin por el Ikea decidido a comprármelo vi que habían rebajado el precio la friolera de 50€, qué te parece.

- Lógico, si ahora con esto de la crisis y la publicidad que le están dando supongo que los negocios lo tendrán bastante chungo para vender ese tipo de cosas. Pero si estaba de oferta, ¿por qué no aprovechaste y te lo compraste?.

- Pues estuve a puntísimo, no te creas, pero resulta que me acompañaba un amigo de mi padre del coro de la iglesia y me retuvo.

- ¿Te retuvo?

- Como lo oyes, Lupas. Pero además con razón. Me dijo que claro, que si habían bajado el sofá 50€ incluso antes de las rebajas, que lo mejor sería esperarme un poquito más a que lo rebajaran otros cincuenta euros como mínimo. Como mucho tardarán hasta enero, así que por unos días me merece la pena esperar. Joder, gracias a él me voy a ahorrar una pasta, macho. Anda que no me va a venir bien ahora ni nada. De hecho, ya puestos igual me espero hasta febrero o así que fijo que lo bajan todavía más, jeje.

- Pues sí Sergei. Oye, ¿y a todo esto la tienda de tu madre qué tal funciona estos días?.

- Uf, ni me hables Lupas. Ha vendido la pobre un único televisor en las últimas tres semanas y además de los antiguos. Ah, y porque hizo un descuento de la hostia, que si no nada de nada. Fíjate cómo está la cosa que me ya me ha dicho que me intente buscar alguna otra cosa en el Mc Donald´s o algo porque las horas que trabajo los fines de semana ya no cree que me las pueda pagar. Si es que la gente parece que está acojonada con la mierda de la crisis y no compran nada, macho. Yo no sé, la culpa es del puto Zetapé tanto ocultar la crisis y tal. Son todos unos ladrones, está claro.

viernes, 12 de diciembre de 2008

El escultor de arena

Lo mío con las artes ha sido siempre una historia de amor y odio. He tenido a lo largo y ancho de mi corta y estrecha vida varios encontronazos con las artes plásticas, musicales, escénicas, rupestres, visuales, sexuales, verbales, teatrales, marciales y todo lo que es el resto de artes existentes, resultando por desgracia siempre bastante mal parado de dichos encontronazos. Un ejemplo de lo anterior es la historia que relato a continuación.

No hace mucho tiempo recibí uno de esos emails que acaban amenazándote de muerte si no mandas el mail a todos tus contactos incluido el fontanero. En el mismo se adjuntaba una presentación con un montón de fotos de un tío semiborracho y con bigote setentero al lado de bellísimas construcciones de arena en playas de ensueño. Sin embargo, lo que más me llamó la atención de toda la presentación no fueron las figuras de arena, sino las tetas de una de las señoritas que aparecían en las fotos, la cual se abrazaba sonriente al artista.

La presentación del mail me hizo pensar: llevaba los últimos tres meses de mi vida trabajando como repartidor de butano y ya no es que no hubiera conseguido echar un polvete, sino que ni siquiera me había abierto la puerta una ama de casa que estuviera medianamente buena y notablemente desnuda. Vamos, que la que menos bigote tenía se parecía a José María Iñigo.

- Erotismo en estado puro -



Yo soy una persona que medita mucho antes de tomar una decisión, así que decidí hacer una lista con las cosas positivas y negativas que conllevaría dejar mi trabajo de repartidor de butano para hacer estatuas de arena en la playa. Tras quemarse accidentalmente la mitad de la lista en la que estaban listadas las cosas negativas decidí presentar mi dimisión. Eso sí, el mono de color naranja decidí quedármelo porque por aquel entonces el naranja estaba de moda.

Al llegar a casa cogí la Mountain Bike que me habían regalado para la comunión y nunca había vuelto a utilizar y salí hacia Benidorm sin pensármelo dos veces.

- ¿Y por qué a Benidorm y no a Salou, que queda mucho más cerca de Zaragoza? (se preguntará el lector).

Pues porque yo, tan avispado como soy, sabía que en Benidorm siempre hay una mayor proporción de gente rica que en Salou. Ya que iba a ligar como un poseso haciendo figuritas de arena lo suyo sería hacerlo con una mujer rica y así matar dos pájaros de un tiro, pensé.

- Uno de mis proyectos era recrear esta figurilla -



Tres semanas después y tras algunos contratiempos llegué finalmente a Benidorm. Mentiría si dijese que había pensado que Benidorm en invierno estaría más vacío que un cine un martes a mediodía, la verdad. Tenía en mi cabeza la imagen de playas llenas a rebosar y supuse que eso sucedería todo el año, pero evidentemente en noviembre el panorama no tenía nada que ver.

Desesperado por aquella imagen de una playa completamente marrón sin siquiera una sombrilla que le diera un poco de color aparqué mi bici al lado de una palmera y bajé a la arena de la playa gritándole a la única persona que paseaba por la orilla:

- ¿Dónde está todo el mundo? ¿dónde está todo el mundo? ¿Dónde, dónde, DÓNDEEEEE? - grité mientras me acercaba -.

Cuando vi que aquella mujer echaba la mano al bolso y me apuntaba con un spray de pimienta supe que debía dar la vuelta y volver por donde había venido. No estaba muy seguro de si Benidorm estaba todavía dentro de España o ya pertenecía a nuestra vecina Australia así que, temoroso de acabar en la cárcel rodeado de camellos (me refiero en principio a los animales y no a los traficantes de drogas, aunque pudieran ser ambos al mismo tiempo) deseando violarme al mínimo despiste, decidí dar media vuelta y volver por donde había venido.

Subí de nuevo en la Mountain Bike, metí primera y comencé a pedalear de nuevo en dirección a Zaragoza, prometiéndome a mí mismo que el próximo verano volvería. En concreto dije:

- ¡Volveré, Benidorm, esto no se quedará así!

lunes, 8 de diciembre de 2008

¿Cuál es la diferencia entre fruta y verdura?

A pesar de ser la segunda persona más inteligente del planeta según una encuesta realizada por mí mismo a un total de tres personas, las cuales exigen permanecer en el anonimato, y por mucho que pueda sorprender a mis amadas lectoras, todavía hay días en los que algo me sorprende.

Sí, me cuesta admitirlo y supongo que más os costará a todos vosotros que me tenéis en un pedestal y sabéis que tengo superpoderes y puedo cocinar Sushi, pero sin ir más lejos la semana pasada aprendí algo nuevo. Bueno, en realidad aprendí dos cosas nuevas. La primera de ellas es que todavía me quedan cosas que aprender. Cuando mi padre me decía “hay, Extraño Desconocido, ¡cuánto te queda por aprender!”, yo me lo tomaba como una frase hecha (es decir, muy frita), pero se ve que el hombre lo decía en serio. La segunda de ellas, a continuación.

Resulta que aquí en Alemania y para estas fechas invade los supermercados una especie vegetal llamada “Rhabarber”, que en español no es ni más ni menos que... ¡el ruibarbo!. “¿El ruibarbo? ¿y qué coño es eso?”, se preguntará algún que otro avispado lector. Pues la verdad es que yo tampoco lo conocía antes de venir a este cervecero país y ahora que lo he comido no sabría describirlo, pero la cosa es que da igual lo que sea el ruibarbo porque no tiene mucho que ver con el post. Como curiosidad, que sepáis que aquí se come pastel de ruibarbo. Si alguna vez pasáis por Alemania no dejéis de probarlo. Bueno, sí, mejor pasad del pastel de ruibarbo y con el dinero bebed un par de cervezas más a mi salud.

La semana pasada nos pusieron un día en el comedor del trabajo ruibardo como postre. Pues bien, resulta que uno de mis compañeros al llegar a la mesa lo observó intrigado un instante y luego preguntó:

- Oh, Extraño Desconocido, tú que todo lo sabes, ¿el ruibarbo es en realidad una fruta o una verdura?

Puede que no lo preguntase exactamente con esas palabras, pero así es como yo lo recuerdo, que en el fondo es lo que cuenta. Me quedé un par de minutos con cara de tonto y le contesté:

- Está empezando a hacer bastante frío, ¿no?

La estratagema para cambiar de tema sin que se notase que no tenía ni idea no funcionó porque otro de mis compañeros ya estaba intentando dar una respuesta...

- Yo creo que es fruta – dijo -.

- ¿Qué dices? ¡El ruibardo es claramente una verdura; no tiene semillas!. – contestó una compañera -.

- Pero el tomate tiene semillas y no por eso es fruta.


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Nos quedamos un total de cinco personas (las que había en la mesa más un practicante que pasaba por allí) con una cara de tonto parecida a la de Mr. Bean cuando pone cara de tonto. A partir de entonces comenzaron a surgir teorías de lo más variopinto que intentaban explicar la diferencia entre fruta y verdura. Tras media hora hablando la comida estaba fría y no habíamos llegado a una solución, con lo que decidimos volver al “trabajo” y preguntarle al profesor Google.

Por supuesto he encontrado una respuesta a la cuestión, pero me gustaría antes que nada trasladaros la pregunta a vosotros, inteligentísimos lectores. Intentad por favor SIN CONSULTAR EN INTERNET contestar a la siguiente pregunta:

¿Cuál es la diferencia entre fruta y verdura?