Era el
año 2006 y vivía en un piso compartido junto con cinco chicas. El verano se
acercaba sigilosamente como lo suele hacer en Alemania, esperando agazapado
para aparecer de golpe en algún momento entre junio y julio.
Había
observado aquella olla durante una semana, inmóvil al lado de la vitrocerámica y
cerrada con su tapa esperando a que su dueña se ocupase de ella. Decidí
preguntar a mis compañeras de quién era la olla, pero nadie quiso hacerse
responsable de la misma. De dar crédito a sus declaraciones, la olla había
aparecido milagrosamente en la cocina en algún momento en la noche del miércoles
al jueves anterior.
Viendo
que nadie se mostraba dispuesto a hacerse cargo de la cacerola decidí recogerla
decidí adueñarme de ella por el módico precio de limpiarla en el caso de que
estuviese sucia.
De
nuevo en la cocina, destapé la olla de golpe. Una suerte de nube de diminutos
insectos salió de la misma inmediatamente y escapó por la ventana que por
suerte estaba abierta, mientras un olor putrefacto se apoderaba de la habitación
produciéndome unas harcadas que a duras penas pude contener. El inmenso asco
que me produjo aquella situación me impulsó a deshacerme lo antes posible de la
olla que había vuelto a tapar, pero esa macabra curiosidad tan propia del ser
humano superó incluso dicho impulso y me animó a descubrir lo que había en la
olla.
Así
pues, cubriendo nariz y boca con un trapo de cocina volví a destaparla, esta
vez más lentamente. Cuando acabé de hacerlo y comprobé que no quedaba insecto
alguno en la olla, me asomé a su interior. Allí, un líquido verdoso que antes
debía haber sido una sopa burbujeaba lentamente.
- ¿Qué
es esto? – preguntó.
Viendo
que mi compañera no cubría su rostro descubrí el mío para comprobar incrédulo
que el interior de la olla no desprendía ningún olor.
- No lo
sé – le dije.
- ¿Es
una sopa? – preguntó tras observar el líquido unos segundos.
De
repente el líquido comenzó a burbujear bruscamente, moviendo la olla que lo
contenía y casi abandonando la misma. Asustados, retrocedimos dos pasos, tras
lo que el movimiento paró por completo, de nuevo bruscamente.
- ¿Qué
coño ha sido eso? – cuestionó mi compañera.
- Ni
idea, pero menudo susto nos hemos llevado. Creo que alguien cocinó una sopa
hace una semana y la dejó cerrada aquí mismo durante todo este tiempo, y ahora
por lo visto la sopa está putrefacta y suceden algunas reacciones químicas en
la misma que la alteran.
Lena se
acercó de nuevo a la olla y miró en su interior, tras lo que se giró un tanto
pálida hacia mí y dijo con voz entrecortada:
- Mira
esto.
El líquido
verdoso estaba inmóvil dentro de la olla pero parecía haberse solidificado y
formaba claramente las letras N y O. Asustado, agité bruscamente la olla y el líquido
volvió a entremezclarse y formó como tal una superficie plana al fondo de su
recipiente.
Mi
compañera y yo nos miramos durante unos segundos.
- ¿Qué
hacemos con esto? – dijo pensativa.
Entonces
volvió a suceder: el líquido burbujeó agresivamente durante unos instantes
dentro de la olla para detenerse después. Esta vez no nos apartamos y pudimos
observar cómo en este proceso se formaba la palabra bébeme en el fondo del recipiente.
Mi
compañera gritó espantada tras aquella segunda demostración del líquido y salió
corriendo de la cocina.
Cogí la
olla y el líquido volvió a tomar su forma natural como ya había sucedido. En
aquel instante, y juraría que sumido en un trance quizás inducido por el líquido,
porque tan sólo lo recuerdo vagamente, alcé el recipiente, lo incliné delante
de mí y bebí su contenido totalmente.
- Y juraría
que desde entonces me viene doliendo la tripa y tengo fiebre, doctor.
- Joder
Extraño Desconocido, no sé ya cómo decirte que no te voy a dar la baja otra por
muchas gilipolleces que me cuentes, hostias. Voy a llamar para que te echen de
la consulta a ver si así se te mete en la cabeza de una puñetera vez.
2 comentarios:
Jo... yo que me pensaba que ibas a hablar de magia, pócimas, etc.
Pero, pero... ¡que declare aquella compañera que salió huyendo. ¡¡Ella también lo vió!!
Publicar un comentario