jueves, 10 de diciembre de 2009

8 - Por fin en el gimnasio



Previously on ser guay es guay...

Hace mucho, mucho tiempo, allá por este mismo año, comenzó la aventura de un pringado que decidió volverse guay. Aquel hombre realizó una lista de los pasos a seguir para conseguirlo y se propuso concentrar todos sus esfuerzos en lograrlo. Para ello tuvo que abandonar a su amigo el Teclas con su granja de hormigas, cancelar su suscripción a El maravilloso mundo de las mariposas y cambiar de corte de pelo. En el camino estuvo a punto de morir varias veces e incluso de ser desvirgado analmente, pero no cesó en su empeño por ser guay.

En el último capítulo, nuestro protagonista que soy yo, El Extraño Desconocido, tuvo una conversación con el Teclas en la que le convencía de acompañarle al gimnasio para muscularse, el paso número tres en su lista (mi lista, vamos) de cambios a realizar para volverse guay. A partir de ahora dejo el falso papel de narrador ajeno a la historia y vuelvo a la primera persona.


El Teclas regresó a la cafetería antes de que pudiese ligarme a la camarera (tan sólo me dio tiempo a lanzarle una mirada picarona en aquellas dos horas). Pagó su consumición y dejó como única propina un papel arrugado con su número de teléfono tal y como solía hacer en cualquier bar con cualquier camarera de cualquier edad, talla y estatura.

- Espero que esta vez me funcione el truco del papel – dijo sonriente cuando salíamos.

- Desde luego Teclas, cuanto te queda por aprender – respondí negando con la cabeza -. ¿Has cogido todo lo necesario para ir al gimnasio?.

- Por supuesto, Extraño.

- Perfecto, entonces pasamos por casa para que cargue mi mochila con ropa de deporte y vamos para allá – contesté.

- ¿Qué ropa de deporte, Extraño?

Pasamos pues por casa del Teclas a dejar los libros y el paraguas que había cogido y tomamos pantalones cortos, toalla y todo lo necesario para una ducha después del ejercicio. Pocos minutos más tarde llegamos por fin al gimnasio del barrio, el “Ironman gym”, donde una amable señorita de pronunciados senos y rubísimos cabellos nos recibió con una bonita sonrisa. Destacaban sus relucientes dientes, en parte tan brillantes debido al contraste con su exagerado bronceado, a buen seguro no producido por el intermitente sol invernal zaragozano. Mascaba chicle y vestía un apretadísimo conjunto deportivo, probablemente no muy cómodo para correr pero bastante convincente a la hora de hacer que te apuntases a ese gimnasio y no al de Manolo el fuerte.

- Buenas tardes, le atiende Beatriz. ¿En qué puedo ayudarle? – dijo cuando entramos.

- Hola Beatriz, la verdad es que somos dos personas y no entendemos por qué nos hablas en singular, pero eso da igual – contesté pensando que quizás era bizca -. Yo soy el Extraño Desconocido y éste es el Teclas. Nos gustaría hacer un entrenamiento de prueba y ver si nos apuntamos al gimnasio.

- No, cariño, aquí no damos masajes de esos. Para eso ya tienes la peluquería de la calle Arias, que está abierta todos los días hasta las cinco de la mañana – contestó.

- ¿Mandeeeee? – exclamamos el Teclas y yo a la vez, sorprendidos por una respuesta tan incoherente por muy rubia que fuese Beatriz.

- Hace falta ser gilipollas para no darse cuenta de que la señorita está hablando por teléfono con el manos libres, pareja de dos – afirmó una grave voz detrás nuestro que bien podría venir del más allá dada su siniestralidad.

Volvimos la vista a la par para ver por primera vez en nuestras vidas a IGOR escrito con mayúsculas, un mastodonte que bien podría ser el increíble Hulk tras una operación de blanqueo de piel digna de las mejores mafias italianas. Un armario con piernas, un hermano mayor de Arnold Schwarzenegger, una persona hecha de proteína y hueso, un superhéroe para los superhéroes... con cualquier definición me quedo corto para describir toda esa masa muscular lograda a base de suplementos alimenticios y hormonales de dudosa legalidad.


- Me llamor Igor y soy el amo y señor de este gimnasio - dijo serio -. Decidme, piltrafillas, ¿qué puedo hacer por vosotros? – continuó IGOR con una sonrisa.

- Venimos a muscularnos – dijo el Teclas -. Básicamente queremos que se nos marque el biceps al señalar una dirección cualquera cuando alguien por la calle nos pregunte dónde queda la plaza España.

- Mmmm, un típico caso de fracasados sexuales buscando una vida mejor. Veremos qué se puede hacer. Seguidme, chicos.

Caminé tras él con la cabeza vuelta mirando a Beatriz. Pensé que en unos meses, cuando hubiese acabado mi cruzada por volverme guay, podría interesarle a tías como ella o incluso más rubias. Cuando eso por fin sucediese, quemaría mi colección de películas porno y deshincharía a mi querida Carlota.

Dejamos la recepción y pasamos a una amplia sala donde varias personas corrían sobre unas cintas que se desplazaban hacia atrás sin pausa. Pensé en una rata de laboratorio corriendo en una ruleta dentro de su jaula, curiosa asociación de ideas. También había bicicletas, máquinas de subir escaleras, máquinas de remo y elípticas. Todas ellas colocadas frente a una única pared, en la cual estaban instalados ocho televisores que mostraban películas de acción, documentales de deportes y videos de accidentes domésticos.

- Decidimos colocar en la primera fila las máquinas de subir escaleras -dijo IGOR -. Las suelen utilizar únicamente mujeres, así que si te pones a correr en bicicleta puedes verles el culo todo el tiempo subiendo y bajando. Pim, pam, pim, pam. A veces, tom, tom, tom, tom. ¡Ja, ja, ja, ja! - rió mientras simulaba el vaivén de aquellos traseros.

Su risa resonó en todo el gimnasio provocando las miradas de más de un curioso. A la vez que reía, IGOR propinó un cariñoso codazo al Teclas, empujándolo involuntariamente contra la pared. Mi amigo cayó dolorido al suelo mientras IGOR, ajeno a lo sucedido, continuaba con sus carcajadas.

- ¡Ja, ja, ja! Lo vais a pasar de puta madre aquí, chavales. Somos como una pequeña y musculosa familia. Bueno, aquí a la izquierda tenéis la entrada a los vestuarios. Poneros la ropa de deporte y yo os espero aquí haciendo posturitas. ¿Y tú que haces ahí, ya estás descansando antes de empezar el ejercicio? – preguntó al Teclas al verle todavía en el suelo -. Venga, tú, ayuda a tu amigo y entrad al vestuario. Nos vemos en dos minutos aquí fuera.

8 comentarios:

X dijo...

Vais a morir. :D

Hezz dijo...

¡¡Por fin!! Pensé que me iba a dar algo, tanto tiempo sin continuar el relato...

Yyrkoon dijo...

Bueno, bueno, bueno, ya era puta hora de que escribieses algo, maldito vago, espero que al menos hayas hecho un minibiceps en todo este tiempo, aunque sea de machacártela.

Te iba a decir esto mismo en el post anterior, pero como todo el mundo te lo decía ya no me gustaba seguir la corriente, mucho mejor en este y a mi estilo... siempre tarde.

Muy bueno el post anterior, parece de Saramago. Este tampoco está mal :-)

No nos dejes más extrañamos al Extraño aunque parezca idem.

Martha dijo...

Jajajaja! Dior! Que real es IGOR! Me ha intimidado un montón! :P

1 besico de viernes!

P.D.- ¿Para cuando la peli "IGOR y los piltrafillas"? Juas!

JuanRa Diablo dijo...

Preveo dolor, mucho dolor, pero todo el mundo sabe que no hay más narices si se quiere ser guay "que se te marque el biceps al señalar una dirección cualquiera cuando alguien por la calle pregunte dónde queda la plaza España".XXXD
Qué risa!!!

El extraño desconocido dijo...

X: qué dramático, macho. Por un poco de optimismo in your life.

Hezz: nos conocemos? :-D

Yyrkoon: hombre, me alegro de que tú también te sigas acordando de mí y de que sigas visitando ese curso de humor que te regalaron, jejeje. Muchas gracias por lo de Saramago, creo.

Martha: la verdad es que la peli daría bastante de sí, pero lo que estaría mejor es una peli con toda la historia de Don Guay. Me gustaría ver sobre todo a Jimmy love.

JuanRa: bueno, próximamente se verá para quién acaba siendo dolorosa toda esta historia. La verdad es que con el Teclas uno está mucho mas seguro

Beatrix dijo...

PAra ser guay hay que sufrir, no dicen eso? xD
De todas formas le podéis pedir píldoras mágicas a Igor y así conseguís el doble con la mitad de esfuerzo, ¿no?
Yo tenía un profesor de Latín que se ajusta al perfil Igor y no tenía mucha pinta de pasarse las horas en el gimnasio, más bien parecía un ratón de biblioteca...
¡Un saludo!
PD: me ha gustado tu blog, me pasaré más por aquí :)

Yopopolin dijo...

jajaja, pintan muy bien vuestras aventuritas en el gym... esperando la siguiente!!