viernes, 5 de febrero de 2010

9 - La clave es el biceps

Índice de la serie Ser guay es guay

El vestuario una pequeña sala cuadrada que apestaba a sudor. Salí afuera, tomé aire y volví a entrar. Entonces observé la estancia: una puerta al lado izquierdo daba acceso a las duchas y los baños, mientras que otra puerta a la derecha era la entrada a la sauna. Pensé en lo excitante que podría ser utilizar la sauna junto a sudorosas jovenzuelas adictas al sexo como seguramente había a miles en aquel gimnasio, pero acto seguido borré ese pensamiento de mi cabeza. Después de todo, me tenía que cambiar de ropa en frente del Teclas y quería evitar que pensase que me ponía cachondo. Mi amigo y yo nos cambiamos rápidamente para no hacer esperar a IGOR, dejamos nuestras mochilas en sendas taquillas y salimos de nuevo. Entonces volvé a tomar aire.

IGOR continuaba tensando sus músculos y guiñando ojos por doquier.

- Con suavidad, nena, con suavidad – le dijo a una cuarentona que intentaba hacer abdominales –. Tienes que hacerlo suave.

- Ya estamos aquí, IGOR – dije.

- Perfecto, chicos. Ahora que me fijo, con esos brazos y esas pintas seguro que no habéis estado antes en un gimnasio, ¿verdad?

- Hombre, ir al gimnasio no, pero yo suelo hacer estiramientos por las mañanas. Incluso puedo poner la pierna detrás de mi cabeza, así que estoy bastante en forma – se apresuró a decir el Teclas.

- Por favor, dale una bofetada con la mano abierta a tu amigo – me dijo IGOR -. Yo la última vez que propiné una bofetada maté a tres personas, así que prefiero que lo hagas tú.

¡PLAAAS! La bofetada resonó en todo el gimnasio y mi mano no tardo en aparecer en color rojo en la mejilla del Teclas.

- Estirar es de maricones, chaval, eso que te quede claro. Aquí estamos para muscular, y para muscular hay que contraer, así que olvídate de estiramientos de mierda. La próxima vez que me hables de estirar no será una bofetada lo que te llevarás sino una patada en el culo – Gritó IGOR visiblemente enfadado.

“Supongo que estos cambios de humor son fruto del abuso de hormonas, no se lo tengas en cuenta”, susurré al Teclas.

- Venga, lo primero que vais a hacer es calentar durante cinco minutos en la bicicleta estática. Escoged un culo que os motive y utilizad la bicicleta de detrás suyo.

El Teclas, que a pesar de la bofetada estaba tan pendiente de las mujeres como siempre, corrió como un loco hacia una de las bicicletas. Yo caminé junto a IGOR.

- ¿Cómo os llamáis a todo esto? – preguntó el entrenador.

- Yo soy Don Guay y mi amigo El Teclas.

- Encantado.

No me atreví a darle la mano, así que hice como si no me hubiera dado cuenta.

- Bueno, parece que este es el último culo libre – dijo IGOR cuando llegamos.

Aquello era un espectáculo más parecido a los documentales de elefantes de la dos que a los videos de entrenamiento de Cindy Crowford. Giré la vista hacia el Teclas y comprendí por qué se había apresurado tanto; definitivamente a él le había tocado la mejor bici.

Tras cinco minutos el pulso se me había acelerado tanto que ya no sentía los diferentes latidos sino un único latido permanente. La vista nublada me impedía ver al Teclas, pero suponía que no le iría mucho mejor que a mí.

- Venga, basta de bicicleta, pareja de dos. Vamos a hacer algo de bíceps – gritó IGOR desde la otra punta del gimnasio.

El Teclas y yo nos desplazamos lentamente apoyado el uno en el otro hasta donde estaba el entrenador. Una vez allí nos sentamos en un banco de entrenamiento y escuchamos todavía sin aliento las instrucciones de IGOR.

- La parte más importante de vuestros cuerpos es el bíceps, esto os lo debéis grabar a fuego en vuestras cabezas. Sí, el corazón y los pulmones son también importantes, pero sin unos buenos bíceps no valen para nada. Sin bíceps no vais a follar, y con bíceps os acabará doliendo la polla. ¿Para qué quieres tener un corazón y unos pulmones sanos si no follas?. Pues ya está, cuidad vuestros bíceps como si fueran una camiseta firmada de Massiel, porque si vosotros no cuidais de ellos, nadie lo hará.

- ¿Te gusta Massiel? – preguntó El Teclas.

- Joder, tío, Massiel es la mejor cantante pop de la historia después de Madonna y David Bisbal, solamente superada por Michael Jackson. – dijo IGOR emocionado, casi soltando una lagrimilla.

- Mmmm, sí, sí, estoy contigo – dijimos los dos casi al unísono.

- Venga, cogeis las mancuernas y os sentáis con la espalda bien recta. Ahora debéis subir las mancuernas hasta el hombro flexionando únicamente el bíceps; tanto el hombro como la parte superior del brazo deben permanecer inmóviles. Debéis hacer tres series de doce repeticiones cada una, y recordad hacerlas con cariño. Cuando acabéis me lo hacéis saber, por favor.



Tomé las pesas de seis kilos, pensé que sería suficiente para empezar. Cuando me vio, el Teclas comenzó a reir.

- ¡Jajaja! Menuda niñita estás hecho, Don Guay. No hemos venido aquí a hacer el ridículo – Me dijo mientras se dirigía a la zona con las mancuernas más pesadas.

- Ten cuidado, Teclas, no te emociones demasiado – contesté mientras levantaba con esfuerzo las pesas por primera vez.

El Teclas negó lentamente con la cabeza mientras seguía riendo y tomó de un estante dos mancuernas de veinte kilos cada una. Las arrastró con fuerza hacia afuera y, una vez ahí, no las pudo retener en el aire, doblándose su cuerpo por el peso hasta que las mancuernas, que todavía sujetaba con las manos, cayeron sobre sus pies.

- ¡AAAAAARGH!

El Teclas gritó asustando a todo el gimnasio y cayo desplomado al suelo, doloriéndose de la espalda y los pies. Dejé las mancuernas y acudí a su ayuda todo lo rápido que pude, mientras mi amigo se retorcía en el suelo de dolor.

- ¿Estás bien? – pregunté.

- ¡AAAAAAAAAAAAAAARGH! ¿Pero tú qué crees? ¡Aaaaaah!

IGOR acudió veloz a la ayuda.

- ¿Qué ha pasado, Teclas?

- ¡AAAAAARGH! Se me ha doblado la espalda y las pesas me han caido a los pies... ¡Dueleeeee!

- Vamos, hay que ir al hospital. Lo más importante es que comprueben si tus bíceps no han sido dañados.

Ni dudarlo un instante, IGOR tomó a mi amigo por la cintura y se lo apoyó en el hombró, transportándolo como si fuese un simple saco de patatas. Saltó por encima de un banco de entrenamiento y una máquina de abdominales, y en dos saltos más había desaparecido atravesando una de las ventanas que daban a la calle. Nos encontrábamos en un segundo piso, así que temí lo peor. Sin embargo, cuando por fin me asomé a la ventana tan solo pude ver un coche con el techo abollado y otros tantos parados en la carretera. IGOR había caído encima de un coche, había cruzado la carretera y había continuado corriendo hacia el hospital La Paz. Quedé boquiabierto hasta que escuché de nuevo a Beatriz, la recepcionista cachonda del gimnasio.

- Perdona, pero si no vas a entrenar será mejor que te vayas a casa, Don Guay – me llamó la atención.

- ¿Has visto eso? – acerté a preguntar señalando la ventana rota.

- IGOR a veces me da miedo, creo que tanto esteroide está empezando a volverle loco.

Beatriz seguía mascando chicle sensualmente mientras esperaba mi respuesta, respuesta que nunca llegó debido a que quedé de nuevo paralizado, esta vez observando su escote.

- ¿Por qué no dejas de mirarme las tetas, cariño? Se que estoy buena pero tampoco es para tanto.

- Perdona, Beatriz, ha sido un lapsus. Creo que me voy a ir a ver cómo está mi amigo y volveré mañana para entrenar en condiciones. Me llevo los papeles para la inscripción, ¿vale?.

- De acuerdo, Don Guay – contestó sonriendo de nuevo -. Por cierto, bonito pelo.

Bonito pelo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y recordé en segundos los últimos meses de mi vida, desde que había decidido realizar mi transformación. El maravilloso mundo de las mariposas, Benito, Jimmy Love, aquel paseante guay que rechazó mi saludo. Ahora, por primera vez, había recibido un halago de otra persona guay. Parece que el simple hecho de haber visitado un gimnasio me había dado los puntos extra que necesitaba para que el mundo guay comenzase a aceptarme. Bonito pelo.

Firmé el contrato sin pensarlo dos veces y se lo entregué a Beatriz al salir del vestuario.

- Hasta mañana, Bea – dije sonriendo.

- Nos vemos, Don Guay.

7 comentarios:

JuanRa Diablo dijo...

Qué impagables lecciones me llevo hoy de aquí: una que sin unos buenos biceps no me voy a comer una rosca y otra que tengo que buscar la discografía de Massiel, que algo grande me debo haber estado perdiendo...

Cómo amo a Don Guay y su mundo... Cómo lo amo!! :D

peibol dijo...

Aah... el mundo de los gimnasios con sus especímenes prototípicos, cuánto juego dan :D

Como sigamos esperando tanto para cada entrega, Don Guay va a convertirse en el anciano guay. XD

Un saludo

PD. ¡He visto la colección de las mariposas en el kiosco!

Superpatata dijo...

Joer con IGOR, sí que da miedo. Me encanta el momento de: vamos al médico para ver si le ha pasado algo a los bíceps jajaja, me parto.
Es un gran paso el que has dado para seguir perfeccionando tu técnica de ser guay, en el gimnasio hay mucha gente guay, incluso sobra gente guay jajaja. Pero ten mucho cuidado, no te vayas a hacer daño eh? bueno, y evita acabar como el de la foto vale? jajaja.
Un abrazo.

X dijo...

A ese Igor le han puesto Photoshop en el paquete.

Martha dijo...

Ahhh...parece que Don Guay ha llegado al kit de la cuestión. Por fin ha descubierto el fin secreto de la existencia de los gimnasios (que no es ofrecer instalaciones para hacer deporte, no...es ofrecer un lugar de reunión para la gente guay...y no vas a uno, no eres nadie! Muajajaja).

Se me va... :P

Besicooooooos!

Yyrkoon dijo...

He visto la luz, tengo clarísima la moraleja de tu historia:

Las tías de las entradas de los gyms están como un queso de cabra frito con mermelada de tomate...

Jorge dijo...

IGOR debe sus buenos bíceps a que se hace la paja sosteniendo una mancuerna con el dedo meñique (que siempre deja libre)... Hay que ver que esta maniobra también es muy beneficiosa para los pulmones.

Muy buen relato!

Saludos.