Vengo observando
últimamente que cada vez me resulta más difícil mantener conversaciones
satisfactorias con mis interlocutores. No creo que sea problema mío, puesto que
tengo unas ideas muy fundadas y que además me encargo de contrastar
continuamente. Además, no me siento anclado a ningún tipo de pensamiento, sino
que más bien siempre estoy abierto a cambiar de opinión si la otra persona
aporta datos o evidencias suficientes. Sin embargo, creo que esta
predisposición que yo traigo es algo cada vez más escaso, lo cual
desgraciadamente he ido confirmando en todas y cada una de las conversaciones
que he tenido en los últimos meses.
Siento que
discutir con estas personas no tiene sentido. Se limitan a repetir afirmaciones
categóricas y políticamente correctas sin ningún tipo de fundamento,
afirmaciones que han escuchado o leído en los medios de comunicación. Cada vez
que intento hacerles razonar y que me expliquen por qué piensan de uno u otro
modo, me encuentro con que no son capaces de pasar de la superficie, de la
argumentación fácil que han asimilado pero nunca han puesto en duda. Puede
tratarse de economía, política, deporte o ciencia, da igual. Todo el mundo
tiene una opinión de todo, pero nunca se trata de su propia opinión sino que
parece que hayan aprendido un texto o estudiado un papel teatral.
En el momento en
que intento transmitir una idea que no es “mainstream”, algo que se sale del
pensamiento estándar, me doy cuenta de que mis interlocutores no están
dispuestos a esforzarse en entender dichas ideas y cuestionarse si tienen
sentido o no y por qué. La mayoría de ellos simplemente lo que quieren es que
se les dé la razón, a poder ser repitiendo una argumentación de tenderete que
ellos mismos han escuchado en la misma cadena de televisión, para así enlazar
una obviedad tras otra y sentir que saben de lo que están hablando.
Y es así como
llegamos a sandeces como las que vemos en Europa, en la que en plena crisis
económica y política se le da la bienvenida a millones de inmigrantes sirios
sin ni siquiera saber dónde meterlos. Incluso en uno de los países más azotados
por la crisis económica gana votos un partido de izquierdas que promete el oro
y el moro sin saber muy bien de dónde sacarlo, en lo que se intuye la
repetición del esperpento griego de hace unos meses.
A esto se une el hecho
de que todo tiene que ser políticamente correcto. No se puede opinar ya sobre
las mujeres, los homosexuales, los negros, los disminuidos físicos o los
mexicanos sin ser censurado por la opinión pública. La gente no quiere pensar,
pero los medios tampoco quieren que se piense. Se adoctrina a la población
repitiendo una y otra vez las mismas falacias como que el que quiere trabajar
tiene trabajo, que el precio de los pisos está subiendo o que los inmigrantes
nos ayudan a aumentar la natalidad.
Es por todo lo
anterior que he dejado de argumentar detalladamente mis posturas como hacía
antaño ya que he aceptado que un debate intelectual no es ni va a ser posible,
y en lugar de ello me limito a repetir mis ideas hasta la saciedad y con una
lógica muy reducida que sea fácil recordar y repetir por los ciudadanos. Es con
esta estrategia como he llegado a ser el candidato republicano a la Casa Blanca
e incluso tengo serias posibilidades de ser elegido como presidente. Quizás cuando
sea el Presidente de los Estados Unidos la gente me escuchará y estará más
dispuesta a entender mis ideas, quién sabe.
Hasta entonces,
saludos cordiales.
Donald Trump
7 comentarios:
Acabo de descubrir tu blog (vía menéame) y no puedo estar más de acuerdo con esta entrada. De hecho, hace poco escribí sobre algo parecido respecto a la comunicación: http://betawriting.blogspot.co.at/2016/09/decimo-aniversario-o-sobre-la.html
Entiendo que vives en Alemania. Yo, al lado. Aunque esto es algo general, yo lo he notado todavía más exagerado aquí: todo el mundo tiene que tener una opinión fortísima de todo, y que encaje con lo que toca en ese momento. Ahora mismo: feminismo, veganismo, animalismo, ecologismo, inmigración, homeopatía, etc... Si no, estás fuera, eres un marginado social. Y el que más razón tiene es el que más seguro de sí mismo se muestra, más se ofende, o más grita, aunque quede en evidencia que no tiene ni idea del tema. Se trata de estar a la última en los temas de moda que la prensa y los gobiernos manejan para distraer al manipulable pueblo, mientras se ignoran y minimizan los problemas de verdad.
Aunque ahora se ha dulcificado y se le ha añadido un bonito envoltorio, en mis tiempos esto se llamaba fascismo.
Saludos.
Por cierto, ¿podrías compartir de dónde has sacado ese texto de Trump y dónde podemos leer el original? Gracias por anticipado y un saludo.
Te compadezco de veras si, además de sufrir esta realidad, vives en Alemania. Ahí no sólo se bloquea aquello que no es políticamente correcto, sino que si además viene de parte de un südländer, entonces mejor escóndete debajo de una piedra.
Hola Betrawriter,
muchas gracias por mi comentario. Siento que no haya quedado claro, pero el texto es una sátira sobre cómo puede pensar Trump, pero igual que puede pensar Hillary, Rajoy, Pablo Iglesias, cualquier feminazi, veganos varios...
Anónimo,
curiosamente tengo la sensación de que en Alemania se discute mucho más desde el respeto y usando una argumentación más elaborada de lo que veo en España. Esto también aplica para debates en televisión o artículos de opinión en periódicos. Pero vamos, es solamente una impresión.
Además de lo anterior, no tengo para nada la sensación de que mi opinión se menosprecie por ser español.
Saludos a los dos
Gracias por responder tan rápido. No había entendido la sátira :D pero me parece un texto excelente.
Es cierto, en Alemania hay más argumentación (aparente) y sobre todo más educación. El problema es que muchas veces todo se queda en las formas: la argumentación es más bien insistencia/jerarquía que evidencia/razonamiento (intenta debatir acerca de la homeopatía o el veganismo, o hace cambiar de opinión a un "Herr Doktor"). Si bien es cierto que no se faltan las formas ni se suele gritar, el tono y los gestos (lo cual incluye que asientan y sonrían pero te ignoren completamente) muchas veces lo dicen todo. Desde mi experiencia, en Alemania ser persuadido y cambiar de opinión es, en general, visto como una debilidad.
Yo no he tenido problemas directos de ser menospreciado o maltratado por ser español a nivel personal, pero sí tengo la sensación de que como trabajadores y ciudadanos, jugamos en segunda liga. Por ejemplo, un doctor alemán es DIOS y lo merece todo. Un doctor español tiene que demostrarlo cada día y estar agradecido de "la oportunidad que se le está dando". Cuando, en muchas ocasiones, el doctor español está mucho más preparado y trabaja mucho más.
Saludos.
@Betawriter yo tuve la ocasión de tirarle a la cara a un Herr Doktor como tú dices una receta de homeopatía no hará mucho. El tipo se la recetó a mi mujer junto con unos antibióticos ya que tenía una infección de garganta. No se lo tomó nada bien, sobre todo cuando me ofreció otra receta de un medicamento después de quedarse sin argumentos y se la devolví rota mientras salía por la puerta.
Tal vez, un alemán jamás hubiera hecho lo que yo hice, ya que fuí a pedirle explicaciones y a decirle a la cara que era un mal médico. Era lo menos que se merecía y el cuerpo me lo pidió. Esa parte de la cultura española, la tengo como mía y para casos así no la cambio. No sé si será mejor o peor, pero sí es cierto que aquí la gente se toma las cosas de forma muy distinta y evita la confrontación.
La titulitis que hay en Alemania también es tremenda. No la critico, más bien al contrario, ya que si alguien ha estudiado para sacarse un doctorado, merece el respeto de la sociedad, cosa que en España no se ha hecho ni se hará nunca.
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