Albacete es una pequeña ciudad situada en el sureste de España, entre
Madrid y Las Lomas del Rame. Tiene unos 170.000 habitantes, dos de ellos extranjeros.
Una de sus industrias más importantes es la fábrica de cordones y tuvo en José
Vicente Ortuño a uno de los mayores exponentes de su cultura viejuna y en
Joaquín Reyes de su cultura moderneja.
Quedaban tras de mí dos duras semanas de entrenamiento físico y mental.
Llegaba a la ciudad convencido de mis posibilidades y dispuesto a comerme el
mundo. La estación de autobuses era un modesto edificio situado en las afueras
de la ciudad, a unos dos kilómetros del centro. Debido a que no me funcionaba
internet no había podido buscar la ubicación de la villa olímpica, así que
monté en un taxi.
-
A la
Villa Olímpica, por favor
-
¿Mandeeee?
-
A la
Villa Olímpica, soy un atleta, participo en los Juegos.
-
Dígame
la calle, por favor – contestó el taxista.
Un tanto confundido miré en los papeles que había recibido tras pagar mi
inscripción.
-
Calle
San Torcuato, número 12 – le indiqué al conductor.
Tardamos unos veinte minutos en el transcurso de los cuales vi tres
iglesias extremadamente parecidas, tanto que incluso pregunté si no se trataba
del mismo edificio.
-
No,
son tres iglesias diferentes pero del mismo arquitecto, no se preocupe. Estamos
conduciendo por un atajo, por eso estoy callejeando tanto.
La Villa Olímpica estaba perfectamente mimetizada con su entorno. Los
edificios de los deportistas habían sido construidos imitando a un barrio
antiguo de la ciudad. Se había pensado incluso en detalles como la suciedad y
el mal olor para imitar esa atmósfera de casco antiguo. La realidad estaba muy
lejos de lo que esperaba encontrarme, que habría sido más bien un barrio
moderno con hoteles e instalaciones deportivas, pero sin duda superaba las
expectativas.
Eran las ocho de la tarde cuando entré en mi habitación, así que decidí
acostarme y descansar para estar en plenas facultades para la carrera, que
sería a la mañana siguiente.
Según las instrucciones debería estar en el estadio a las diez de la mañana
para ultimar los preparativos y poder disputar la carrera a las doce.
No sabía a ciencia cierta donde quedaba el estadio olímpico, así que
después de desayunar pregunté en la recepción del hotel.
-
Necesito
ir al Estadio Olímpico de atletismo, participo hoy en la final de los cien
metros.
-
¿Digaaaaaa?
-
Estadio,
atletismo, Olimpiadas – dije lentamente moviendo los brazos imitando una
carrera.
-
¿Sabe
usted la dirección a la que tiene que ir?
-
Sí,
un momento…
Saqué de la mochila una vez más los datos de la inscripción.
-
Calle
San Torcuato, número 18 – dije.
-
Uy,
eso le queda a un buen rato de aquí – me contestó la apuesta señorita -. Le
recomiendo que tome un taxi. Tiene a uno esperando en la misma puerta, dígale
que está en el hotel y le hará descuento.
Esperaba que el estadio estuviera cerca de las instalaciones para
deportistas, pero supuse que a sabiendas de que no era fácil alcanzar el
estadio a pie, el hotel había organizado un servicio de transporte especial.
Estaba impresionado por la organización ejemplar del evento.
Diez minutos más tarde y veinte euros más pobre llegué al estadio. El
estadio olímpico había sido construido en lo que parecía imitar a un colegio
público, con su valla oxidada, su pista de fútbol y baloncesto todo en uno, y
su circuito para correr alrededor de la misma. Las gradas todavía no estaban
preparadas cuando llegué aunque el público ya estaba comenzando a acceder a las
instalaciones. Las televisiones parecían haber planificado la retransmisión al
minuto ya que tampoco pude ver cámaras ni reporteros a primera vista.
Me acerqué a una pequeña carpa en la que una amable azafata con evidente
sobrepeso parecía dar indicaciones a dos deportistas.
-
Hola,
soy el Extraño Desconocido y represento a Guatemala en los cien metros – dije.
-
Buenos
días, señor Extraño – contestó con una sonrisa – Déjeme mirar… bien, usted
tiene la carrera a las doce. Aquí tiene su dorsal, los vestuarios están allí al
fondo por si necesita cambiarse.
-
Gracias.
He traído zapatillas de varias marcas de deporte por si el patrocinador no
tenía de mi tamaño. Es que calzo un cincuenta y dos. ¿Qué marca patrocina el
evento?
-
Eeeee…
pues la verdad, no lo sé. Bueno, antes he visto a un hombre mayor que llevaba
una camiseta de Decathlon, supongo que ese será el patrocinador.
-
Solamente
tengo Adidas o Nike, así que tendré que preguntar si tienen ropa de mi tamaño
para no crear un conflicto de patrocinios. ¿Dónde están sus instalaciones? ¿O
con quién debería hablar que represente a la marca? – pregunté
-
Adidas,
Adidas. Póngase las zapatillas de la marca Adidas y no se preocupe.
1 comentario:
Eso de mimetizar unos juegos olímpicos con el entorno es lo más avanzado que he visto jamás!!
Están ahí, pero apenas se notan xDD
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