Si eres nuevo deberías leer antes las dos primeras partes de la historia; ¿o es que te gusta saber el final de las historias antes de leerlas?.
En caso de que te de pereza leer tanto porque ya los catálogos del Carrefour se te hacen largos, te recomiendo empezar con cualquier post que no sea de la serie, como por ejemplo el anterior. Para los que tengan tiempo y ganas:
Voces en mi armario I
Voces en mi armario II
Y ahora vamos al tema:
...¡Sorpresa!
Aquello no podía estar sucediéndome a mí. No era un "sorpresa" el que había escuchado sino dos:
- ¡Sorpresa, sorpresa! - repitió aquella voz -.
Poco a poco fui recuperando la visión gracias a que aquella luz blanca se había apartado de mi asustada cara. Pude entonces ver a un chaval de unos cincuenta años con una gorra de béisbol hacia atrás que sostenía sobre su hombro una videocámara, y comprendí rápidamente que el foco de la misma era lo que antes me había cegado. Volví inmediatamente la vista a la derecha, y entonces se acabó de confirmar mi sospecha. Ahí mismo estaba: Isabel Gemio. ¡Isabel Gemio en persona, en todo su espendor y en mi habitación!.
- Ahí está ella presentando su programa, qué tiempos -
Giré mi cuerpo hacia atrás para coger impulso con la idea de propinarle una patada giratoria en todo el dedo meñique porque por aquel entonces odiaba su programa, pero cuál fue mi sorpresa cuando Isabel cayó inconsciente en mis brazos sin poder antes decir nada. Decidí dejar la patada para más tarde y miré al cincuentón adolescente de la videocámara con cara de esperar una explicación mientras seguía sujetando a Isabel.
- Esto... hola, Extraño Desconocido - dijo mientras grababa, el muy gilipollas -. Me llamo Pepe pero me llaman Junior porque a mis cincuenta estoy hecho un chaval.
Dejé caer a Isabel al suelo, la cual continuaba inconsciente, y le pregunté a Junior:
- ¿Se puede saber qué coño hacíais en mi armario?
- Mmmm, supongo que no debería decírtelo por no fastidiar la sorpresa, pero por otra parte ya no podremos usar las imágenes para el programa porque la jefa se ha desmayado. Ahora te cuento en detalle, pero antes necesito por favor un vaso de agua y un poco de papel higiénico. - apagó la cámara mientras decía esto último y me señaló la boca con saliva reseca -.
Junior me convenció de que no debíamos dejar caer a Isabel por las escaleras tal y como yo había propuesto sino bajarla entre los dos con cuidado, y así lo hicimos. La tumbamos en el sofá y yo no pude evitar pintarle un bigotillo con un rotulador que tenía encima de la mesa para esas ocasiones. Eso de putear a la gente dormida no lo puedo evitar, soy así. Le serví a Junior un vaso de agua del grifo porque la de botella estaba muy cara y le traje un poco de papel higiénico. Nos sentamos los dos en el otro sofá al lado de Isabel Gemio.

- ¿Para qué es el papel? - pregunté -.
- Es que me he tirado un pedo antes en el armario y creo que ha venido con regalo - contestó Junior mientras introducía la mano dentro del pantalón -.
Miré asqueado hacia otro lado y le llamé asqueroso. En otra ocasión le habría echado de mi casa, pero la curiosidad era demasiado grande y necesitaba una explicación a todo lo sucedido.
- Cuéntame, Junior - dije -.
- Extraño Desconocido, lo cierto es que llevamos ya dos días ahí encerrados. Tu abuela nos ayudó a entrar pero después nos cerró la puerta supongo que sin darse cuenta.
Sacó el papel higiénico y lo introdujo en el bolsillo del pantalón de Isabel mientras me miraba esbozando una sonrisa. Cosas de críos, pensé.
- Sí, es que ayer me quedé dormido en el autobús y estuve toda la noche haciendo la ruta del 33. Cuando me desperté ya eran las ocho de la mañana así que no tuve tiempo de pasar por casa - dije, un tanto avergonzado -.
- Estuvimos gritando un buen tiempo pero nadie nos escuchó - continuó Junior -. Pensamos también en llamar por teléfono a alguien pero dentro de tu armario no hay cobertura, por lo que tuvimos que pasar la noche ahí dentro. Fue un infierno, no veas cómo ronca la Gemio. Hoy cuando finalmente conseguimos que te despertases Isabel todavía quería darte la sorpresa pero con susto incluido, así que me dijo que dejase de hacer ruidos cuando te acercases al armario para intentar acojonarte. Por desgracia acabaste saliendo de la habitación y hemos tenido que pasar unas cuantas horas más encerrados. Llevamos día y medio sin comer ni beber, por eso se ha desmayado Isabel.
- Vaya panorama: ¡casi la palman dos personas dentro de mi armario! - dije sorprendido -. Estáis locos, Junior.
- Siempre he sido amante del riesgo - me contestó intentando impresionarme-.
Después de aquella pequeña conversación decidimos ayudar por fin a Isabel. Llené el cubo de la basura (el de la fregona lo había tirado, recordad) de agua fría y lo volqué de golpe encima de su cabeza, lo cual sin duda ayudó a que su estado de ánimo al despertar no fuese el mejor de los posibles.
- Más o menos así quedó la Gemio -
- ¿Pero tú eres subnormal? - me dijo ella -. Encima de lo que hemos pasado por tu culpa ahora me fastidias el peinado. Si es que tú más tonto y no naces.
- Oye, perdona pero la historia de mi armario no es culpa mía. Habéis sido víctima de una situación desagradablemente intolerable debido a la combinación fatal de diferentes circunstancias - dije, intentando que Isabel se dedicase un rato a pensar en el significado de la frase -.
- Junior, coge la cámara y vámonos - dijo Isabel después de veinte minutos pensando, tiempo que aproveché para ir al baño porque ya hacía rato que me estaba meando otra vez-.
- Pero... ¿y qué pasa con la sorpresa? - contestó Junior -.
- A tomar por culo la sorpresa, tengo cita con el cirujano plástico en media hora para hacerme un lifting, así que otra vez será.
Isabel se secó en el pelo con el trozo de papel higiénico que encontró en su bolsillo (¡buaaah, qué asco!), se levantó, me miró con cara de odio, me regaló después una foto suya firmada en la que salía lanzando un beso y desapareció finalmente junto con Junior mientras él lo grababa todo (todavía me pregunto para qué).