Índice de la serie "Ser guay es guay"Al final del
capítulo anterior me había decidido a entrar en la peluquería y cambiar mi look por uno más rebelde, lo cual como todos sabéis formaba parte de mi plan para ser guay y además me concedería un cierto grado de anonimato frente al todavía sediento de venganza Benito Camelas Pelotas.
- Pasa, corazón - dijo el peluquero mientras sujetaba con una mano la puerta de entrada ofreciéndome un estrecho espacio entre su cuerpo y la pared.
- Pasa tú primero, anda - contesté con cara de pocos amigos -.
La peluquería disponía de una única silla para cortar el pelo, un sillón destinado a que el próximo cliente esperase sentado leyendo revistas de nutrición y un taburete acoplado a una especie de retrete con un grifo para lavar el pelo, ya sabéis a lo que me refiero. Las paredes estaban pintadas en un tono rosa bastante chillón y de una de ellas colgaban dos carteles promocionales de sendos espectáculos de travestidos. El artista principal de ambos carteles se llamaba Jimmy Love.
- ¿Cuál es tu nombre, corazón? - preguntó el peluquero -.
- Desde hace un par de semanas me llamo Don Guay y molo cantidad, pero antes me llamaba El Extraño Desconocido. De todas maneras, tú me puedes llamar cliente a secas, que paso de que te encariñes conmigo.
- Encantado, Extraño Desconocido. Yo me llamo Jimmy Love - contestó con una pícara sonrisa -.
Debía haber imaginado que él era el/la de los carteles. No pude evitar visionarlo mentalmente ataviado con una peluca roja, un top, un tanga y unos zapatos de tacón, tal y como aparecía en uno de los posters, cortándome el pelo mientras intentaba arrimar sutilmente la cebolleta sin que yo me diera cuenta.
- Aaaaaargh! - grité involuntariamente -.
- ¿Todo bien, cariño? - dijo Jimmy Love sorprendido -.
- Eeeeh, sí, sí, sí... no pasa nada. Esto... procede a cortarme el pelo ya, por favor.
- ¿Te lo lavo primero, cariño?
Pensé en mis tres semanas de hospital intentando ver una braguita, durante las cuales nadie me había lavado el pelo: había estado todo el tiempo más solo que la una. Pensé igualmente en la posibilidad de que Jimmy Love utilizase el momento "lavado de cabello" para intentar seducirme, cosa que no me apetecía mucho que dijéramos.
- No hace falta, gracias - contesté con una sonrisa a medias -.

Jimmy humedeció mi cabellera con ayuda de un pulverizador y prodeció a ordenar mis pelitos con ayuda de un peine clásico, el cual tras el primer movimiento quedó atascado, en parte enredado y en parte pegado a causa de la grasa acumulada. Creo que no voy a poder librarme del lavado, pensé.
- Cariño, yo con tanta mierda no puedo trabajar. Estos pelitos te los voy a tener que lavar, ¿eh?.
- Mira Jimmy, ¿sabes qué?, creo que va a ser mejor que lo dejemos: tengo que irme a casa que supongo que la comida ya estará lista.
En ese mismo instante me miré en el espejo y pude observar que el peine todavía estaba atascado en mi cabeza, levantado parcialmente dando el efecto de una especie de peineta del todo a cien.
- Ningún problema. Puedes volver mañana con más tiempo si quieres pero el peine me lo pagas ahora, que no puedo sacarlo, ¿ok?
- Pufff, venga, dale al grifo y lávame el pelo, que va a ser mejor - contesté conturbado -.
Jimmy Love me invitó a sentarme en el taburete y apoyar la cabeza en el retrete de lavar el pelo. Mientras tanto pude ver cómo se dirigía a la puerta de entrada y cerraba con llave, no sin antes mirar sospechosamente a ambos lados de la calle. Volvió a donde yo estaba y, sonriente, colocó mi cabeza en la posición correcta.
- ¿Por qué has cerrado? - pregunté inquieto -.
- Es ya un poco tarde y así no entran más clientes, cariño. ¿Por qué?, ¿te doy miedo?.
- No, no, ¡qué va!. Era más que nada por hablar de algo...
Jimmy no contestó y simplemente abrió el grifo de agua caliente a tope. Noté cómo el vapor subía del retrete rodeando mi cabeza y calentaba mis orejas. Al principio no me molestaba, pero el agua siguió calentándose más y más hasta empezar a resultar molesta.
- ¡Cierra el agua caliente Jimmy Love, que me está quemando las orejillas!.
Jimmy no contestó. Intenté levantar mi cabeza para ver dónde estaba, pero algo tiró burscamente de mi cuello hacia atrás. Mierda, este subnormal me ha atado la cabeza al retrete, pensé. Entonces sentí una enorme presión en las muñecas, producida por dos cuerdas de cuero que me ataban al taburete. Levanté las piernas con todas mis fuerzas pero no encontré nada ni nadie en su camino, por lo que tan sólo di patadas al aire. Me encontraba atado completamente a un taburete en una peluquería cerrada con llave y en compañía de un peluquero travesti bastante extraño. Sentí un enorme terror, semejante al que había sentido cuando Hulk Hogan perdió su título mundial de Wrestling en el 92. Una gotilla de sudor me cayó lentamente por el costado casi acariciándolo. Mientras, el agua estaba cada vez más caliente. Sentía mis orejas arder: el dolor se estaba haciendo insoportable.
- ¿Qué coño es esto, Jimmy Love? - grité con todas mis fuerzas -. ¡Cierra el grifo, cabrón, que me vas a destrozar las orejas!
Cada vez más asustado, giré la cabeza en la medida de lo posible hacia izquierda y derecha en busca de una explicación, hasta que pude ver la puerta de acceso al almacén, a través de la cual apareció Jimmy.
- ¡Jimmy! ¡Cierra el grifo, hijo de la gran puta! ¡Me estás quemando las orejas, joder! - grité desesperado -.
- Uy, perdona, cariño - contestó nervioso -.
Jimmy corrió hacia el retrete y cerró el agua rápidamente.
- Lo siento, es que el calentador de agua a veces se descontrola. No era mi intención asarte las orejas.
Mientras decía lo anterior se me acercó lentamente y me besó la oreja mientras susurraba:
- Lo siento por quemarte, cariño. Ahora acabo de llamar a un amigo: en cinco minutos nos vendrá a ver. ¿Te apetece mientras tanto un café?