- Desconocido, pide el cambio.
- Pero entrenador, ¿está usted seguro? ( a los entrenadores siempre hay que tratarles de usted, es una regla común a todos los deportes).
- ¡Pide el cambio, ostias!
Hacía tanto que no jugaba que ya casi había olvidado que pertenecía al equipo. Mi trabajo en el mismo se asimilaba más al de una animadora (me refiero a animar, no a lo que estáis pensando, salidorros) que a la de un delantero llamado a ser algún día jugador franquicia.
Todavía me molestaba el dedo meñique. Siempre había creído que ese dedo no servía para nada a parte de para sacarse los mocos, pero resulta que en Thailandia me había servido para estar de baja un total de seis meses.
El accidente había sucedido al salir del avión que me llevó a Hua Hin, momento en que, tras guiñar mi ojo izquierdo sensualmente a la azafata, ésta cerró la puerta del avión de un golpe sin reparar en que mi dedo meñique todavía se encontraba parcialmente a bordo. Tras tres operaciones en una semana, de las cuales la primera fue un cambio de sexo por error y la segunda el arreglo de la primera, me desperté en una cama del hospital con mi dedo meñique vendado y un enorme dolor de óvulos y/o testículos, además de con un nuevo Record Guiness en mi haber, en concreto el récord a la persona más rápida en cambiar de sexo dos veces seguidas. Al menos puedo decir que fui mujer durante dos días. Lástima que no me diera tiempo a tener la regla, quizás hubiera conseguido entenderlas mucho mejor.
El caso es que, tras esos seis meses de sufrimiento, por fin podía reaparecer en los terrenos de juego. Aunque el dedo no estaba curado del todo, había entrenado las últimas semanas y me sentía muy cómodo. Además tenía unas nuevas zapatillas muy chulas, de color verde y con cordones amarillos, en plan brasileño para dar un poco la nota. Estaba todo calculado: las zapatillas me ayudarían a destacar sobre el resto de mis compañeros. Bueno, eso y el hecho de medir 1,90m en un país en el que la media debe rondar los 1,40m.
El aplauso que sonó cuando me levanté del banquillo fue aplaudible. Quiero decir, que el aplauso que se me dio se mereció un aplauso. Pattama Sundaravej se retiraría del campo para dejarme sitio a mi: El puto amo. Como no cabía mi nombre completo (El extraño desconocido) en la camiseta y en Tailandia la gente no habla español, cuando llegué pedí que se me llamase El puto amo. Cuando los HuaHinenses (o como sea que se llama a los habitantes de Hua Hin) descubrieron lo que significaba el nombre, no tardaron en elaborar un cántico que decía: “El puto amo es el puto amo, el puto amo es el puto amo, el puto amo es el puto amo, pero su meñique nooooooo, oeeee, oeeee”. Con musiquilla y en Tailandés tiene más gracia.
Mientras Pattama se acercaba a mí algo comenzó a resultarme extraño. Cada vez se aproximaba más rápido; alcanzando una velocidad desproporcionada para abandonar del terreno de juego teniendo en cuenta que ganábamos diecisiete goles a dos. La confianza en mi compañero de equipo me traicionó. Quedé inmóvil en la linea lateral esperando algo así como un derrape, y en cuanto pude reaccionar aquella bestia ya había pasado por encima de mí, con tan mala suerte que había pisado mi meñique rompiéndolo por seis sitios, cinco de ellos el mismo.
Una parte del público gritó aterrada, otra se rió, y la otra parte se despertó debido a las risas de la segunda parte, mientras la primera parte dejaba de gritar y bebía de su Taicola. La ambulancia tuvo que ser importada de Camboya (en Tailandia solamente había una pero tenía la sirena estropeada), por lo que tuve que esperar tres semanas en el campo hasta que llegó. El médido me dijo después que había salvado mi meñique gracias a que me habían trasladado con rapidez al hospital; dos semanas más y habría perdido mi dedo.
Al final pertenecí al equipo una temporada y jugué un total de cero partidos y cero minutos, saliendo como titular en cero ocasiones y marcando cero goles. Recibí cero faltas y realicé también cero, viendo un total de cero tarjetas de cero colores diferentes. Fui sustituido en cero ocasiones.
Al menos mi foto salió aquel año en el album de cromos de la liga Tailandesa. Por cierto, si alguien consiguió mi cromo que se ponga en contacto conmigo, sólo me falto a mi mismo para completar la colección y cuando lo haga me regalan una camiseta de Pattama Sundaravej.
- Pero entrenador, ¿está usted seguro? ( a los entrenadores siempre hay que tratarles de usted, es una regla común a todos los deportes).
- ¡Pide el cambio, ostias!
Hacía tanto que no jugaba que ya casi había olvidado que pertenecía al equipo. Mi trabajo en el mismo se asimilaba más al de una animadora (me refiero a animar, no a lo que estáis pensando, salidorros) que a la de un delantero llamado a ser algún día jugador franquicia.
Todavía me molestaba el dedo meñique. Siempre había creído que ese dedo no servía para nada a parte de para sacarse los mocos, pero resulta que en Thailandia me había servido para estar de baja un total de seis meses.
El accidente había sucedido al salir del avión que me llevó a Hua Hin, momento en que, tras guiñar mi ojo izquierdo sensualmente a la azafata, ésta cerró la puerta del avión de un golpe sin reparar en que mi dedo meñique todavía se encontraba parcialmente a bordo. Tras tres operaciones en una semana, de las cuales la primera fue un cambio de sexo por error y la segunda el arreglo de la primera, me desperté en una cama del hospital con mi dedo meñique vendado y un enorme dolor de óvulos y/o testículos, además de con un nuevo Record Guiness en mi haber, en concreto el récord a la persona más rápida en cambiar de sexo dos veces seguidas. Al menos puedo decir que fui mujer durante dos días. Lástima que no me diera tiempo a tener la regla, quizás hubiera conseguido entenderlas mucho mejor.
El caso es que, tras esos seis meses de sufrimiento, por fin podía reaparecer en los terrenos de juego. Aunque el dedo no estaba curado del todo, había entrenado las últimas semanas y me sentía muy cómodo. Además tenía unas nuevas zapatillas muy chulas, de color verde y con cordones amarillos, en plan brasileño para dar un poco la nota. Estaba todo calculado: las zapatillas me ayudarían a destacar sobre el resto de mis compañeros. Bueno, eso y el hecho de medir 1,90m en un país en el que la media debe rondar los 1,40m.
El aplauso que sonó cuando me levanté del banquillo fue aplaudible. Quiero decir, que el aplauso que se me dio se mereció un aplauso. Pattama Sundaravej se retiraría del campo para dejarme sitio a mi: El puto amo. Como no cabía mi nombre completo (El extraño desconocido) en la camiseta y en Tailandia la gente no habla español, cuando llegué pedí que se me llamase El puto amo. Cuando los HuaHinenses (o como sea que se llama a los habitantes de Hua Hin) descubrieron lo que significaba el nombre, no tardaron en elaborar un cántico que decía: “El puto amo es el puto amo, el puto amo es el puto amo, el puto amo es el puto amo, pero su meñique nooooooo, oeeee, oeeee”. Con musiquilla y en Tailandés tiene más gracia.
Mientras Pattama se acercaba a mí algo comenzó a resultarme extraño. Cada vez se aproximaba más rápido; alcanzando una velocidad desproporcionada para abandonar del terreno de juego teniendo en cuenta que ganábamos diecisiete goles a dos. La confianza en mi compañero de equipo me traicionó. Quedé inmóvil en la linea lateral esperando algo así como un derrape, y en cuanto pude reaccionar aquella bestia ya había pasado por encima de mí, con tan mala suerte que había pisado mi meñique rompiéndolo por seis sitios, cinco de ellos el mismo.
Una parte del público gritó aterrada, otra se rió, y la otra parte se despertó debido a las risas de la segunda parte, mientras la primera parte dejaba de gritar y bebía de su Taicola. La ambulancia tuvo que ser importada de Camboya (en Tailandia solamente había una pero tenía la sirena estropeada), por lo que tuve que esperar tres semanas en el campo hasta que llegó. El médido me dijo después que había salvado mi meñique gracias a que me habían trasladado con rapidez al hospital; dos semanas más y habría perdido mi dedo.
Al final pertenecí al equipo una temporada y jugué un total de cero partidos y cero minutos, saliendo como titular en cero ocasiones y marcando cero goles. Recibí cero faltas y realicé también cero, viendo un total de cero tarjetas de cero colores diferentes. Fui sustituido en cero ocasiones.
Al menos mi foto salió aquel año en el album de cromos de la liga Tailandesa. Por cierto, si alguien consiguió mi cromo que se ponga en contacto conmigo, sólo me falto a mi mismo para completar la colección y cuando lo haga me regalan una camiseta de Pattama Sundaravej.
Nunca volví a jugar al polo sobre elefantes.
14 comentarios:
El primer comentario siempre lo lee todo el mundo, por eso quería aprovecharlo para agradeceros a todos el tiempo dedicado a leerme y sobre todo vuestros comentarios, que son la mayor motivación para seguir escribiendo.
Saludos varios.
Macho..yo recuerdo haberte visto en ese partido andaba , en compania de 6 Thailandesas que segun ellas estaban enamoradas de mi.. seguramnete no recordaras pero al lado derecho de la tribuna estaba un cartel gigante que decia " extrano desconocido - el mejor jugador"
ese tipo con el cartel era yo..
que tiempos. aquellos..
saludos
Yo el otro día estuve en el pabellón de Thailandia en la Expo y al ver a las azafatas me preguntaba si eran realmente mujeres o a lo mejor, en algún momento de su vida fueron hombres. Puede que alguna de ellas fueras tu y no lo sabia.
Saludos
Una palabra: inspirador.
Me alegra que haya personas que aún se preocupan por lo que escriben.
Sin duda alguna tus textos son eso que me hace falta para realizar los míos, ya que muchas veces la fatiga es considerable.
Sigue así Extraño.
Yo tenia el cromo, solo que lo cambie por esa taicola que tanto me intrigaba.
Hombre, Pablo Mármol, se agradece que pase gente por aquí que pueda corroborar mis historias. Una pena que te perdieras el accidente. Ya me pareció a mi raro que no bajases a ayudarme...
Brubaker, como ya escribí yo fui mujer muy poco tiempo. Una pena no haber podido chuparme un pezón! Las que igual sí eran hombres eran las que acompañaban al amigo Pablo Mármol durante el partido.
Mike, muchas gracias. Tienes razón; me preocupo por lo que escribo, aunque debo decir que más se preocupan mi familia y mi psicólogo (juas juas). Una pena lo del cromo.
JAJAJAJAJAJAJA
Me ha encantado!
No sé con qué me reí más...
Con la operación de cambio de sexo y su record Guines creo!
jajaja
Muy bueno, extraño!
Buenísmo!
JAJAJA
Muy bueno, me he reido un monton!!!!!
Karlosh
Desconocido, se te ha ido... Totalmente, además, jejeje.
¡Saludos a Tailandia, de paso! (Y a ti, claro ;-)
muy gracioso tu texto, casi me caigo de la silla. Tenía que decirlo
Que lejos estas, en Alemania..
Lena, lo de la operación de sexo es lo menos gracioso, todavía estoy con las hormonas descontroladas! jeje
Karlosh, anonimo, me alegro de que os hayáis reido, aunque mi intención era presentar la realidad política y social de ese gran desconocido que es Tailandia.
Juliiii, la verdad es que el martes se me olvidó tomar la pastilla. En cuanto a Tailandia, igual tenemos allí amigos en común! :-D
Chica del tren, veo que por fin te has leido mi perfil. Lo de Alemania es cierto, que conste.
Hola, te devuelvo la visita y te doy las gracias porque te estoy leyendo, como los cangrejos, hacia atrás, pero yo en el tiempo y me estoy riendo mucho. Me está encantando como escribes y sobre lo que escribes, tan natural.. Gracias por estos segundos (muchos, uno detrás de otro). Con tu permiso me quedo un rato y vuelvo en otros.
Ah, mi gata le dice un miau a la tuya... vete tu a saber lo que la estará diciendo..
Saludos
Hoy, despues de un ajetreado día en el laboratorio, tuve la grandiosa idea de jugar futbol.
Me duelen músculos que no sabía que existían -y eso que estudie anatomía- y pues recorde tu entrada y volví a leerla,lo bueno de mi situación es que, adolorido y todo, no tuve una operación de cambio de sexo jeje.
¡Saludos!
jeje! Cris, pues me alegro de que te haya gustado el blog, espero no defraudarte en lo sucesivo. Bienvenida :-D
Mike, espero que ya estés recuperado y me gusta saber que mis tonterías se pueden leer más de una vez.
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