viernes, 27 de julio de 2012

La verdadera historia de los días moscosos

Cuántas veces habré escuchado esa palabra en mi infancia cuando hacía alguna trastada. Pero no ha sido hasta hace bien poco, tras tantos y tantos años de aventuras y sexo descontrolado, cuando por fin he comprendido lo que significa. Esta es la historia de los días moscosos.

Corría el año 1983 y hacía poco tiempo que España había sido salvada de la destrucción masiva que planeaba el Doctor Franco con sus bombas racimo de uvas durante las campanadas de fin de año. Naranjito lo había vuelto a lograr y, en el último momento, había logrado bloquear los planes del Doctor Franco a base de zumo social natural y le había encerrado en un invernadero murciano con las ventanas cerradas.

Sin embargo, a pesar del triunfo del bien, las consecuencias de aquella dura batalla se habían hecho notar. Debido a un acuerdo entre Naranjito y el gobierno, éste último debía dedicar “dinero a mansalva” a la creación de nuevos invernaderos en el sur de España, aprovechando el sol imperante en la región. La escasez de agua se solucionaría construyendo en pendiente para que la misma fluyese de norte a sur y no al revés. Y a una mala, trasvase.





Debido a la creación de “dinero a mansalva” utilizado para la construcción de nuevos invernaderos había surgido una tremenda inflación galopante, la cual se dedicaba básicamente a tocar los cojones por lo bajinis (expresión que por ciertoreconoce la RAE), es decir, sin que te enterases.


Resulta que en dos años los precios habían subido un 20%, exceptuando las naranjas que se regalaban de tantas que había. Por eso mismo, en el año 1983 los funcionarios se dieron cuenta de que la vida estaba cada vez más cara y decidieron pedir un justo aumento de sueldo del 12%, que había sido la inflación de aquel año.

Entonces el gobierno, a manos de su ministro de Presidencia llamado Javier Moscoso, realizó una oferta alternativa a la subida del sueldo del 12% que resultó ser una trampa ideada por el Doctor Franco desde su encierro. La propuesta fue la siguiente, con calculadora en mano para que resultase más verosímil:

Si trabajas once meses al año y veinte días cada mes, te resultan 220 días. El doce por ciento de 220 serían redondeando por lo bajo unos 24. Si ahora considero que la inflación va a seguir así durante unos, digamos, cuatro años más, entonces cojo y en lugar de quitaros 24 eso lo divido por los cuatro años siguientes y os quito solamente 6, con lo que los próximos cuatro años de inflación en paz y al final no me debéis nada y todos contentos.

Todo esto Moscoso lo hizo rápido y delante de un grupo de malabaristas japonesas desnudas, lo que despistó sobremanera a los funcionarios que negociaban el aumento, los cuales además iban borrachos desde hacía días. El acuerdo fue firmado y publicado en el BOE aquella misma tarde para que los funcionarios no tuvieran tiempo de comprobar el cálculo.

Lo que no sabía Moscoso era que su estratagema tardaría años en ser descubierta, en concreto hasta 1993, cuando Kurt Streuernov ganó el premio Nobel de matemáticas por un trabajo sobre dicha negociación titulado “La gran estafa de Moscoso” en el cual, a lo largo de 276 entretenidas páginas, Streuernov comprueba mediante logaritmos, integrales y demás cálculos extraños que Moscoso debería haber sumado en lugar de dividir.

Hasta hace poco tiempo, los seis días “moscosos” habían pasado desapercibidos incluso para algunos funcionarios. Sin embargo, hace unos días el gran estadista Mariano Rajoy los descubrió mientras leía el Marca, y para la desdicha de los funcionarios ha decidido erradicarlos (los días, no los funcionarios) debido a su consabida enemistad con Javier Moscoso, cuyo hijo un día se rió en el colegio de los problemas de dicción de Rajoy.

Su primer paso ha sido reducirlos a la mitad argumentando que “la culpa es de Zapatero por ocultarnos las cifras del déficit y de los mercados de fruta por presionar tanto a nuestra nación. ¿Me pone otro ron, por favor? ¿Eso ya no lo has grabado, no?”. Sin embargo, es de suponer que Rajoy lanzará un nuevo ataque contra la moscosidad, la cual ya está en el 9% en España. Veremos cómo acaba todo esto.

1 comentario:

JuanRa Diablo dijo...

No sé si has estado muy ácido, muy crítico o muy cítrico.
Lo único que sé es que me he echao una buena remesa de risas...

En estos días haría falta que al final de los telediarios apareciera SuperRatón aunciando aquello de:

"No se vayan todavía... ¡Aún hay más!"